Barcelona lleva ya tiempo poniendo toda su atención en hacer de la ciudad un espacio cada vez más habitable y sostenible, y la implementación de las Superillas es la consecuencia más visible del trabajo que se viene realizando en los últimos años. Para conocer de primera mano cuáles son las claves para hacer de Barcelona una ciudad más sostenible, hemos tenido la oportunidad de hablar con Janet Sanz, teniente de alcaldía de Ecología, Urbanismo, Infraestructuras y Movilidad del Ayuntamiento de Barcelona.
Barcelona parece haberse convertido en una ciudad modelo en lo que a redistribución del espacio urbano se refiere pero ¿en qué modelos de ciudad se inspira Barcelona?
Barcelona se inspira en algunas ciudades pero sobre todo, comparte y habla de políticas y transformaciones posibles con muchas ciudades.
Hace unas semanas en la COP26 nos reunimos con tenientes de la Alcaldía de París, Londres, Oslo… Con algunos de ellos estamos en permanente contacto porque los retos, los objetivos, las estrategias y hasta las críticas son muy similares.
Con París y Londres compartimos diversas políticas: Protegim les escoles, el proyecto que quiere pacificar el tráfico alrededor de las escuelas lo estamos desarrollando a la vez las 3 ciudades.
También en el impulso a las pacificaciones de las grandes avenidas de ciudad, como en París los Campos Elíseos o nosotros la Diagonal o la Meridiana, el aumento de la red ciclable, la reducción de plazas de parking…
¿Qué balance hacen de las supermanzanas hasta ahora y cuál es la aspiración con ellas en los próximos años?
El balance que hacemos de las Superillas es muy positivo.
Lo vemos en Sant Antoni, por ejemplo, donde hemos reducido un 25% las emisiones y es el barrio que está liderando la recuperación económica a nivel comercial.
Lo vemos también en Horta, donde el 60% de las mujeres y el 66% de los hombres consideran que la comodidad para caminar ha aumentado
En la Superilla del Poblenou vemos que el uso más intensivo del espacio público son familias con hijos e hijas y personas trabajadoras. O sea, vemos como deja de ser un lugar de paso para ser un lugar donde estar, jugar, pasar el rato.
A partir de estas experiencias a nivel local, de barrios, vemos que tenemos que hacer un salto de escala y transformar toda la ciudad en una Superilla. Por eso planteamos que 1 de cada 3 calles en 2030 sean calles verdes. Pero no solo eso, queremos que el resto de calles pasen a tener de protagonista la movilidad sostenible y el peatón.
¿Parte de la idea de base de las supermanzanas parte del concepto de “hacer que la ciudad sea amigable (y jugable) para los niños”?
Por supuesto. Las ciudades siempre se han pensado desde un determinado punto de vista, que ponían al hombre de clase media en edad de trabajar en el centro. Ahora hay que revertirlo e incorporar en el diseño urbano las perspectivas de los que históricamente han sido excluidos de esta planificación, como los niños y niñas, la gente mayor, las mujeres…
Estamos convencidos que una ciudad mejor para los niños y niñas es una ciudad mejor para todo el mundo. Queremos que se sientan que la ciudad es suya: por eso hemos iniciado proyectos como el Protegim les escoles, donde se reduce el tráfico y se ganan zonas de juego y de estada alrededor de las escuelas, el aumento de zonas de juego y la creación de las 10 zonas de juego emblemáticas de la ciudad.
Pero no solo proyectos concretos, es algo transversal en todas nuestras actuaciones: cuando desarrollamos pacificaciones y calles verdes o l’Obrim carrers, estamos haciendo que sean espacios seguros donde jugar, aprender a ir en bicicleta…
A pesar de la aceptación general de las supermanzanas ¿se han encontrado con voces críticas entre los círculos vecinales? ¿Cuáles son los inconvenientes que les han transmitido?
Los cambios siempre son complejos, pero en general ha habido un muy buen recibimiento. Ha sido importante, antes de llevar a cabo una pacificación, hablarlo bien con los vecinos y comerciantes, concretar las mejores soluciones para cada caso, establecer los puntos de carga y descarga…
¿Cómo de ambiciosos pueden ser los ayuntamientos locales a la hora de llevar a cabo políticas urbanas valientes en materia de sostenibilidad?
Los Ayuntamientos somos la administración más cercana a la población, a la primera que se acude para mostrar el malestar o para reivindicar derechos. Somos los lugares paradigmáticos donde se suceden los cambios y las innovaciones, por lo tanto es evidente que tenemos (y que estamos) liderando estas políticas urbanas valientes.
¿Se han topado con presiones en todo lo relativo a la movilidad, especialmente cuando han afectado al espacio destinado al tráfico rodado?
Sí, claro. Es evidente que los cambios pueden encontrar reticencias por parte de sectores que se beneficiaban de la situación actual.
Pero también ha tenido muy buen recibimiento en muchos sectores, lo hemos visto en escuelas, en gente joven… porque al fin y al cabo, lo que estamos llevando a cabo son cambios necesarios. El inmovilismo en medio de una emergencia climática sería lo peor que le podríamos hacer a nuestra ciudad.
¿La pandemia ha anticipado nuevas formas de entender el espacio dentro de la ciudad?
Yo creo que lo ha acelerado, pero era un cambio que venía ya en marcha. La concienciación sobre la desigualdad del espacio público, los altos niveles de contaminación… Empezaban a estar en el punto de mira de la ciudadanía.
Pero es evidente que la pandemia nos ha puesto de relieve que necesitábamos más espacio para asegurar el distanciamiento social y que este estaba dedicado en gran parte al coche. Ha hecho más evidente la necesidad de recuperar la ciudad para su gente.
¿Cree que las grandes ciudades europeas están haciendo lo necesario para reducir la contaminación?
Creo que son las que más están haciendo. Porque las ciudades son la primera trinchera donde se detectan los problemas. Somos nosotros que vemos los niveles de contaminación diarios en nuestra ciudad.
Los cambios que están llevando a cabo París, Oslo, Londres o que ya han llevado a cabo Copenhague, Amsterdam… son impresionantes. Somos también los agentes que estamos empujando a nuestros estados a tomar medidas más ambiciosas.
¿Estamos ante un momento de cambio cultural propicio para apostar por medidas de reducción del uso del coche en las ciudades?
Absolutamente. Actualmente partimos de una desigualdad histórica: el 60% del espacio público es para los coches.
Estamos en un momento de cambio en que se ve claro que para mitigar el efecto del cambio climático y democratizar el espacio público tenemos que replantear el diseño de nuestras ciudades.
¿Cómo de importante es generar buenas infraestructuras en materia de movilidad sostenible?
Es imprescindible que haya buena infraestructura para fomentar su uso, eso implica tener ciudades que garanticen el derecho a la movilidad de forma sostenible.
¿Aspirar a ciudades sin coches debe ser una aspiración o se deben diseñar ciudades que convivan con ellos?
Es importante que los coches y las motos reduzcan su presencia en la ciudad: para 2024 queremos que haya una reducción del 25% de los desplazamientos en vehículo privado. Y para 2030, queremos que el número sea aún menor.
Pero es también importante saber que el coche se va a seguir necesitando en muchos casos, en personas mayores, personas con movilidad reducida… Y que lo que tenemos que trabajar, juntamente con empresas privadas, es que sean eléctricos. Para ellos hemos diseñado un plan de electrificación de la ciudad, para adaptarla a la llegada del vehículo eléctrico.
Y paralelamente garantizar que la reducción del coche privado vaya acompañado de un mayor transporte público para garantizar el derecho a la movilidad. Hemos implementado una red ortogonal de autobuses, estamos uniendo el Tramvía que permitirá conectar en 25 minutos puntos opuestos de la ciudad, hemos duplicado la red ciclista desde 2015…
¿Cómo cree que debe contribuir la empresa privada a fomentar modos de movilidad más sostenibles?
Es imprescindible que las empresas vean la oportunidad que representa este cambio de modelo. En Cataluña lo estamos viendo, las empresas que están asumiendo este futuro verde, con transporte eléctrico, público o de creación de bicicletas están creciendo mucho en los últimos años.
Nosotros tenemos muy claro que la transición hacia un horizonte sostenible no se va a conseguir solo desde la administración pública, que necesitamos empresas comprometidas con la innovación y con perseguir un futuro verde y equitativo.
¿Cuál debe ser el papel de la bicicleta en la ciudad?
La bicicleta está llamada a tener un papel protagonista en la movilidad urbana y metropolitana. Para ello estamos avanzando mucho para que exista una red ciclista que conecte toda la ciudad: en 8 años, habremos duplicado los carriles bici existentes, pasando de 120 km a 272 km.
Los datos recientes nos muestran cómo el uso de la bicicleta ha aumentado de forma exponencial, llegando a ser el modo de transporte del 10% de los desplazamientos. Esto nos muestra que hay un círculo virtuoso en el que, cuanta mejor estructura, más uso de la bicicleta. Y tenemos que seguir por ese camino.